Cuando una mujer desaparece.
Columna por César Langarica Santana. Nadie puede entender la agonía de una madre que no puede encontrar a su hija, que además vive la angustia de una nieta de solo cuarenta días que no tiene a su madre, su desesperación los lleva a recorrer durante horas la rivera del Río Ameca con el anhelo de encontrar cuando menos su cuerpo, conforme pasan las horas la esperanza de encontrarla con vida se agotan y con ello la angustia los consume por dentro. No estamos hablando de mujeres de actividades ilícitas, hablamos de madres de familia, de estudiantes brillantes, de hijas, primas o tías a las que abrazamos todos los días, seres humanos de carne y hueso, no son una foto en el facebook o un cartel en los postes, son para alguien el centro de su vida y giran como locos al poder saber de ellas. Las autoridades cada día trabajan con mayor precisión para que estos hechos no sucedan y si pasan poder dar con los culpables, la realidad es cada día pasan mas seguido y el llanto contenido de las víctimas ahoga en un silencio que enchina la piel. Algo tenemos que hacer en la sociedad para darle el valor a la vida humana, entender que aún cuando hemos avanzado en los protocoles todavía queda mucho que hacer.